Black Sabbath, locura, oscuridad, una voz que parece salida del inframundo: Ozzy Osbourne no solo fue testigo del nacimiento del metal. Lo parió, lo crió… y lo convirtió en leyenda.
Pocas figuras en la historia del rock tienen la carga simbólica y la influencia musical de Ozzy Osbourne. Considerado por muchos como el padre del heavy metal, Ozzy fue más que el vocalista de Black Sabbath: fue la encarnación del nuevo sonido que estaba naciendo a principios de los años ‘70, cuando el rock psicodélico mutaba en algo más denso, más oscuro y más brutal.


Un nacimiento sonoro llamado Sabbath
En 1970, cuando el mundo aún bailaba con los Beatles y el flower power, cuatro obreros de Birmingham —una ciudad industrial y gris del Reino Unido— lanzaban un disco que cambiaría la historia: Black Sabbath, el debut homónimo. Con guitarras graves, letras pesimistas y una voz agónica, Ozzy le puso rostro y grito a la distorsión.
Mientras otros cantaban al amor o a la evasión, Sabbath hablaba de guerra, muerte, ocultismo, control social. El riff de Tony Iommi y la interpretación sombría de Ozzy eran una advertencia: el metal había nacido, y venía a incomodar.
Más allá del micrófono
Ozzy no fue un vocalista cualquiera. Fue un símbolo. Su imagen —camisa abierta, cruz colgando, ojos desorbitados— y sus shows llenos de excesos lo convirtieron en el antihéroe perfecto. En los ‘80, tras su salida de Sabbath, lanzó una carrera solista igual de potente: Crazy Train, Mr. Crowley, No More Tears… todas himnos del metal.
También supo reinventarse en la cultura pop, desde reality shows (The Osbournes) hasta colaboraciones con Post Malone. Pero siempre conservó su mística: la del tipo que nunca fue técnico, pero siempre fue único.
El título que nadie discute
¿Es Ozzy el mejor cantante de metal? Tal vez no. ¿El más virtuoso? Seguro que no. Pero sí fue el primero en personificar todo lo que el heavy metal significa: intensidad, oscuridad, rebeldía y teatralidad. Por eso, el trono es suyo. Padre no se elige… y este lo parió todo