Entre huesos, historia y distorsión, la banda californiana grabó un show acústico en las catacumbas de París. Ahora, esa experiencia única llega al mundo en formato audiovisual.
En julio de 2024, Queens of the Stone Age escribió una nueva página en la historia del rock. Lo hizo a 20 metros bajo tierra, entre túneles oscuros y paredes forradas de cráneos: las catacumbas de París, uno de los osarios más famosos del mundo, fueron el escenario de un recital tan íntimo como insólito. El show —hasta entonces secreto y solo presenciado por un puñado de personas— finalmente verá la luz a través del documental “Alive in the Catacombs”, que se estrenará el próximo 5 de junio.
La película-concierto, dirigida por Thomas Rames, captura la crudeza y el magnetismo del set acústico que la banda liderada por Josh Homme ofreció en ese entorno fúnebre y surreal. Acompañados por un trío de cuerdas, los QOTSA desplegaron versiones adaptadas de temas como Go With the Flow, I Sat by the Ocean, Emotion Sickness y Like a Drug, en una puesta que combinó música, ritual y memoria.
“Estamos tan despojados porque ese lugar es tan despojado, lo que hace que la música sea tan despojada, lo que hace que las palabras sean tan despojadas… Sería ridículo intentar rockear allí”, explicó Homme en una entrevista. El show fue concebido más como ceremonia que como espectáculo.
Además de su estreno digital en qotsa.com, el documental tendrá proyecciones limitadas en cines de más de 20 países entre el 3 y el 6 de junio. Será una oportunidad única para experimentar, aunque sea desde la butaca, la atmósfera cargada de historia y electricidad emocional que vivió la banda en ese momento.
“Alive in the Catacombs” no es solo un recital registrado. Es una obra audiovisual donde el espacio también habla, resuena y respira. Las cámaras se deslizan entre columnas de huesos mientras la música se funde con el eco de siglos pasados, generando una experiencia sensorial que atraviesa el género.
Con esta movida, Queens of the Stone Age no solo volvió a sorprender. Reafirmó que el rock todavía tiene lugar para la mística, el riesgo y la belleza oscura. Y que algunas leyendas —como esta— nacen, justamente, bajo tierra.